Pía Rigán. Un perfil de Agripina Samper Agudelo
- Isaac Vargas
- 30 may 2024
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 1 jun 2024
Por: Isaac Vargas G
Encontrarse solo con ella no es fácil. La mayoría de imágenes que arroja el buscador muestran a una mujer sujetando el antebrazo de un hombre, o incluso surgen en la pantalla fotografías de ese mismo hombre sentado de manera erguida en una gran silla de madera. Para encontrarla es necesario acercarse unos centímetros más a la pantalla y, con el mouse de ayuda, diseccionar minuciosamente entre los rostros y portadas de libros que allí aparecen.
En medio de un sinfín de resultados equivocados de una búsqueda que desde un inicio se supo desesperanzada, por fin está ella: Agripina Samper, retratada desde su perfil izquierdo. La digitalización de la fotografía en blanco y negro deja ver un papel desgastado por la humedad. Viste una camisa de estilo oriental color oscuro, cuyos botones unen esfuerzos para abrazar casi la totalidad de su cuello. Su cabello rizado reposa sobre su nuca formando un nudo de chongo. La única oreja que se puede ver sobresale a la vista por su gran tamaño y emerge una nariz igualmente grande e imponente, pero estética, como de escultura griega. Las facciones de Agripina parecen asemejarse a su carácter. Su carácter. ¿Qué carácter? ¿Quién fue Agripina Samper?

Foto: Dominio público
Encontrar información sobre ella es difícil. Wikipedia apenas arroja dos párrafos de texto. La página oficial del Canal Institucional, como si economizar letras otorgara alguna distinción, escasamente le dedica dos líneas. Después de varios minutos de seguir en la búsqueda desesperanzada, aparece otro nombre: “Carolina Alzate, Doctora en Literatura y profesora en la Universidad de Los Andes”. Ha escrito un par de artículos sobre Agripina recientemente. La contacto para tener una conversación que me ayude a darle guía a un barco que parece perderse en las aguas de la ausencia de la información.
El encuentro con Carolina se da en su oficina de la universidad. Un espacio de unos 8 x 8 metros. En cada extremo de la sala hay una ventana rectangular con marco de madera. La mirada deja ver las ramas de dos árboles viejos y secos que parecen hacer esfuerzos permanentes para quedarse de pie. El aire que corre es frío y abundante. Me obliga a ponerme la chamarra.
—¿Así que quieres escribir sobre Agripina?—, pregunta Carolina con una curiosidad sorprendida que parece tener la intención de descubrir que entendió mal mi mensaje y que, en realidad, quisiera saber sobre la vida de alguien más. Pero yo asiento y le platico mi interés. La Doctora en Literatura se acomoda en su silla, se toma de las manos y comienza a hablarme. Entonces, aquella búsqueda que desde un inicio se supo desesperanzada, comienza a tomar camino.
Agripina Samper nació en 1831, en Honda, municipio de Cundinamarca. Una tierra calurosa, pero bendecida con el paso del Río Magdalena entre sus calles.

Fuente: Godues
Nació en medio de una generación de hombres letrados que eran escritores y políticos. Un ejemplo de ello fue su hermano, José María, recordado hasta hoy por sus letras y pensamientos. —Pero a su vez, ella siempre fue decididamente escritora y liberal, muy liberal—, resalta Carolina con la clara intención de que la charla no torne hacia temas masculinos. Y es que sí, Agripina creció en una sociedad que miraba a la mujer como una compañera del ciudadano hombre, sin ciudadanía propia y plena.
Pero ser vista a costa de los hombres no le impidió desarrollar sus habilidades con la escritura. A los 17 años, en 1848, publicó sus primeros cuatro poemas en la prensa, en el diario El Pasatiempo. Esos versos fueron la antesala de varias de sus colaboraciones y así volvió a los periódicos de la época su método de divulgación preferido. Pero nunca firmó con su nombre. Pia Rigán fue el pseudónimo que utilizó y con el que se le seguiría recordando a más de cien años de su muerte.
Carolina detiene la conversación. Hablar de Pia Rigán provoca que se emocione y cuente que muy pronto, en unos meses, publicará un libro sobre Agripina. —Tuve la fortuna de que me contactaran para darme el diario de Inés, su hija—, dice mientras se frota las manos como una niña a la que le preguntan sobre su personaje animado preferido. Continuamos la charla platicando sobre el libro. Será inédito porque contendrá toda la obra poética que, hasta ahora, solo había visto la luz del día una vez, durante el siglo XIX, y que después fue olvidada.
Entre 1848 y 1856, etapa que Carolina denomina como “poesía de su juventud”, Agripina publicó 16 poemas en El Pasatiempo y en El Tiempo. A través de ellos se puede entender a una mujer que navegó por los caminos del dolor, la melancolía y el desasosiego. Es poesía de consciencia de la finitud, de la fragilidad y de la muerte. Muestra un acercamiento estrecho con la naturaleza: describe su calor, sus olores, sus texturas. Aspira el aire, la calienta el sol, ve, escucha, siente y saborea, “tiene pensamiento y tiene voz”, se lee en alguno de los versos. Invocación a Honda. En él invita a su tierra natal a levantarse de sus ruinas y a renovar su pasado. Este poema es, tal vez, el único en el que se puede leer sus pensamientos políticos a través de la poesía.
Archivo Histórico de la Universidad Nacional de Colombia
—Pero también hay otro libro—, dice Carolina. —Uno que contiene la correspondencia entre Agripina y Manuel—. Ella se refiere a Manuel Ancízar, escritor, fundador de la UNAL y compañero de vida de Agripina. El libro se titula PÍA RIGÁN. Cartas de Agripina Samper Agudelo a Manuel Ancízar (1857-1871). Es una recopilación epistolar de las letras intercambiadas por la parejaenviadas por Agripina a Manuel durante su etapa de noviazgo y matrimonio. A pesar de que son palabras con dirección hacia una persona, al leerlas, se puede entender quién fue Agripina en su faceta política y, sobre todo, liberal.
Agripina convirtió el género epistolar en un escenario para la creación en el que la multiplicidad de sus voces salen a flote. Escribe como escritora, pero también como madre, como amiga, como esposa y como mujer. Como en el caso de otras escritoras de su tiempo, como Soledad Acosta de Samper, y Josefa Acevedo, resaltan allí las tensiones entre el amor y la patria, el hogar y la escritura, lo público y lo privado.
Escuchar a Carolina hablar sobre la poesía de Agripina es como estar frente a alguien que te está contando la trama de su película favorita. —Agripina es antes que todo, una poeta—, me dice para aclarar que la mayoría de su obra se escribió en verso, no en prosa, como yo por un momento lo intuí en voz alta. Para la investigadora, la segunda etapa en la vida como escritora de Agripina se le puede conocer como la de “madurez” y va desde 1856 hasta 1880.
Durante este periodo publicó 23 poemas en la prensa, en periódicos como El Mosaico, El Iris, El Hogar, El Diario de Cundinamarca, La Mujer y La Patria. En esta segunda etapa de su poesía los temas se tambalean más entre el amor a su esposo y a sus hijos. Pero su naturaleza melancólica no desapareció, Reflexiones, La noche y Conformidad son tres poemas que reflejan su gran sensibilidad. Agripina no mostró sus afinaciones políticas por medio del verso. —Aún es un misterio la razón de ello—, me dice Carolina dejando mostrar algo de frustración en su hablar.

Archivo Histórico de la Universidad Nacional de Colombia
Finalmente, la tercera y última etapa como poeta de Agripina, Carolina la denomina como “la del exilio”. Fueron un total de 20 poemas escritos entre 1882 y 1892. Al eterno ausente es el primero de esta fase, dedicado a Manuel, su esposo, quien recientemente había fallecido. De los 20 poemas, solamente cinco fueron publicados en prensa, el resto son inéditos y serán leídos por primera vez en cuanto el libro de Carolina sea publicado en abril del 2024.

Archivo Histórico de la Universidad Nacional de Colombia
La muerte de Manuel Ancízar, coincidió con la derrota del proyecto liberal y el comienzo de la llamada Regeneración conservadora. Acorralada ante tal realidad, Agripina decidió exiliarse a París con sus hijos. Pero antes, se despide de su tierra natal con el último poema que escribió en Colombia: Un recuerdo afectuoso. En él se nota a una mujer que se despide de su pasado y lo voltea a ver con una melancolía que observa hacia el futuro. Ella, en sus adentros, sabe que no volverá.
Ya en París, después de unos meses, es cuando su pluma volvió a tocar papel. Escribió Todo acaba, todo muere. “La senda voy andando hacia el ocaso / horizontes sin luz dejando atrás”. El dolor por el exilio aparece en cada letra de sus versos. Solamente escribió 10 poemas estando en Europa. Y, como en una forma de despedida, dedicó a familiares la antesala de sus últimos poemas. A su sobrina poeta Bertilda Samper Acosta, y a su nieta Matilde.

Archivo Histórico de la Universidad Nacional de Colombia
El final estaba cerca. Ella lo sabía. Las enfermedades le rondaban por los pies, las piernas, los brazos… por todo el cuerpo. Siempre acompañada de su hija Inés, Agripina murió el 22 de abril de 1982. El último poema que salió de su mano se publicó unos meses después de su muerte. Oh, Luna. Una despedida desde el exilio, lejos del Magdalena, lejos de las montañas andinas, lejos del lugar que la crió como poeta, como madre, como amiga, como compañera de vida. Así dijo adiós. Lejos. Pero siempre escribiendo.
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