Entre el pecho y la cabeza, un intelectual
- Katherine Parrado Morales
- 31 may 2024
- 13 Min. de lectura
Un perfil de José Manuel Groot (1800-1878)
Por: Katherine Parrado Morales

El intelectual decimonónico aparece en los libros de historia, en los retratos de los museos nacionales, en los archivos de las bibliotecas como la figura del deber ser por excelencia. Es inevitable hallar al intelectual colosal que la historia valida con las rúbricas, las anotaciones de los libros, con el rastreo de sus redes de conocimiento con las que desarrollaron y divulgaron ideas en las cartas intercambiadas y los manuscritos.
Parece ser que el intelectual del siglo XIX, sea hombre o mujer, es el individuo que sobrepasa los estándares; es un caso excepcional, infla la lista de nombres que representan una bandera, el origen de una idea, o una lucha de convicciones. Pero ¿podemos hablar de la figura del intelectual en la Colombia del siglo XIX? ¿Es un intelectual el individuo que fue valorado en el tiempo por la admiración que dejó en los libros de historia, las semblanzas y los archivos nacionales? ¿Quién era el intelectual? ¿Cómo lo encontramos?
Primero, un breve paseo por Google. Segundo, una revisión de varias tesis de grado. Tercero, una búsqueda en las bibliotecas más grandes de la ciudad: La Biblioteca Luis Ángel Arango y la Biblioteca Nacional. Cuarto, leer algunos libros de su autoría (siempre los hay). Quinto, volver a empezar. Para un lector desprevenido, esta ruta puede ser usual; para el curioso de la historia colombiana del siglo XIX, puede ser controversial, incluso, disparatada. Pero, para rastrear a este personaje no necesitamos una ruta. Donde la curiosidad quiera encontrarlo, aparece sin falta su nombre, está desperdigado en cuanta fuente surge porque hizo de todo, porque se abrió camino por donde quiso, porque, como dirían las abuelas, en su tiempo no había televisor.
Sí, José Manuel Groot no tenía televisor, no tenía internet, no sufría de males contemporáneos como la procrastinación. Su vida, entre 1800-1878, estuvo consagrada al ocio de la época: ser un intelectual. Se preocupó por descifrar las gentes que lo rodeaban; por describir los acontecimientos y sus causas; por criticar cuando le era más que necesario; y por escribir incansablemente.
El primer acercamiento que tenemos a su actividad ociosa como intelectual es un libro de relatos: “Historia y Cuadros de costumbres”. Página 137, “Nos fuimos a Ubaque”:

Su estrategia de dibujar con las palabras —desde su mirada juguetona y ringletuda— alimentaba estos relatos. Pero, su cualidad de intelectual aparece contenida en el mismo relato unas líneas más adelante:

“La batahola de la composición de almofrejes era de ver. Ya iban a liar, cuando salía la criada. –Mi señora, mire que aquí se olvidan los botines de mi señá Pepita. Salía la Pepita. –No me vayan a dejar los botines ni el corsé, porque son para ir a misa el domingo. –Pues que deslíen el almofrej y los metan en una esquina. Salía por allá otra. –Aquí dejan los pañales de la niña, y las naguas de ña Teresa, que encargó que se las metieran por ahí. –Que abran otra vez el almofrej y métalas en una esquina. –Que no me vayan a dejar mis zapatones, decía mi tío a su vez. –Métalos en el almofrej. No hay sujeto de más capacidad que un almofrej, me decía yo a mí mismo: todo le cabe en las esquinas y se queda como si no. Así hay muchos hombres que tienen capacidad de almofrej, que todo les cabe en la cabeza y les sobra hueco para más.”
No hay sujeto de más capacidad que un almofrej, me decía yo a mí mismo: todo le cabe en las esquinas y se queda como si no. Así hay muchos hombres que tienen capacidad de almofrej, que todo les cabe en la cabeza y les sobra hueco para más.
Cuando viajaba con la familia de su tío, una funda de cuero le mostró a José Manuel Groot que existen hombres con la capacidad de un almofrej: educados en la filosofía, la gramática, la literatura, el derecho, la historia, la lengua, la economía, y algo más (a veces la política o el prematuro periodismo). En definitiva, hombres-almofrej.

Don Pepe Groot —como le decían en la Bogotá de mediados de siglo, la más poblada en un país de 2.240.052 habitantes, en donde vivió entre archivos eclesiales y dibujos de gentes— no estaba lejos de encarnar esa imagen con la que se había topado. Él guardó en su cabeza todas sus obsesiones: el dibujo y la pintura que aprendió de los grabados que copiaba como buen niño autodidacta; las ideas ilustradas liberales, heredadas de su tío materno Francisco de Urquinaona, cuando apenas cumplía diecinueve años; los postulados de la naciente masonería republicana que los líderes independentistas le presentaron a sus veinte años; y la historia eclesial de la Nueva Granada para defender el protagonismo de la Iglesia Católica en la construcción de repúblicas necesariamente independientes “por la madurez que éstas habían alcanzado como colonias”, como él mismo defendía.
Groot fue el hombre-almofrej que guardó en su cabeza un pensamiento liberal y posteriormente lo reemplazaría con la defensa inquebrantable del catolicismo. No obstante, fue el primer hombre-almofrej que, en el hueco que le sobraba de ese intelecto, entre el pecho y la cabeza, guardó la muerte y el arrepentimiento.
El segundo acercamiento que tenemos a la intelectualidad de Groot es su ascendencia. La familia de Groot era de esas familias con ascendencia foránea, en la que los abuelos, o incluso bisabuelos, llegaron de España, Holanda, Francia y otros territorios extraños, ávidos de aventuras, sedientos de poblar suelo americano. Esas familias se asentaron en los principales poblados de la civilización americana (ya organizada por los nativos, ya controlada por el imperio español). Los foráneos recién llegados establecieron y replicaron las relaciones de poder heredadas de su tierra de origen, y formaron familias numerosas, económica y políticamente activas, ocupadas de generar riqueza y órdenes sociales coherentes con su apellido. Esos árboles genealógicos reprodujeron no solo castas, costumbres, actividades económicas, formas de vestir o roles sociales, también reprodujeron la figura del intelectual.

Las familias del siglo XIX eran grupos que tenían algo en común: ejercían un poder de cualquier índole desde mediados del siglo XVIII y podían ejercerlo porque se habían formado para ello. Apellidos como Zalamea, Vergara, Lozano, Urdaneta, Ricaurte, Baraya ocuparon múltiples cargos públicos, alentaron las discusiones en las plazas, tomaron decisiones políticas trascendentales, intercambiaron libros e ideas, participaron en la guerra, y aún más importante, formaron la esfera pública desde la oratoria y la escritura.
Ese fue el caso de la familia Groot Urquinaona. El Libro de las Genealogías del Nuevo Reino de Granada de Juan Flórez de Ocariz, ya rastreaba la llegada de 48 familias que fueron fundadores de las primeras ciudades, o descendientes de conquistadores. Según Ocariz, los Urquinaona (raíz materna de Groot) llegaron en 1760 y los Groot en 1750. Las dos familias aristócratas, de origen europeo, tuvieron entre sus miembros expresidentes, políticos, escritores y poetas. El abuelo de Groot, José Groot de Vargas, fue funcionario de la corona y alcalde de Santafé; el tío abuelo, Pedro Groot y Alea, fue abogado, político, militar y primer presidente de las Provincias Unidas de Nueva Granada; su padre, Primo Groot de Vargas, fue militar, patriota y uno de los integrantes de la Junta de Gobierno que proclamó el Acta de Independencia; su tío Francisco de Urquinaona, descendiente de Francisco Urquinaona Balanzategui, contador y ordenador de la corona, fue un poeta y comerciante que fundó la primera logia masónica de la Nueva Granada “Fraternidad Bogotana No. 1”, donde reunió a los santanderistas en torno a las ideas librepensadoras francesas de la Ilustración.
Y, entre tantos hombres públicos, se puede también rastrear a las mujeres del árbol genealógico Groot-Urquinaona. En la Guía de Forasteros del Virreinato de Santa Fe, hay una mención a Francisca Urquinaona, madre de Groot:
“teniente coronel, Don Primo Groot y Alea. Natural de Santafé (c. 1758), vive en la calle de la Moneda. Hijo de don José Groot y Vargas Machuca y doña Manuela de Alea y Estrada. Fue colegial de San Bartolomé y es hermano de don Pedro Groot. Está casado con doña Francisca Urquinaona, mujer de dotes nada comunes, de claro talento, de memoria felicísima, ejercitada por vasta y provechosa lectura, y de amena e instructiva conversación.”
En la publicación “Mujeres en la independencia” de José Monsalve encontramos una mención a la tía materna de Groot:
“Juana Pardo de Urquinaona, procedente de Bogotá, se casó con Francisco Urquinaona, un monárquico de alto rango. Se convirtió en patriota tras la persecución que sufrió su familia. Un día, alrededor de 1816, después de enviudar, un oficial monárquico llamó a su casa y pidió alojamiento. Ella respondió que estaba albergando a varios soldados y que, si él se quedaba también, ella no tendría donde dormir. El oficial replicó que ella debería darle una cama, aunque perteneciese a Cristo mismo. Ella, desde su balcón, tendió al oficial un crucifijo y le invitó a pasar a su casa para ocupar una cama. Él dio media vuelta y se alejó.”
Con estos antecedentes, José Manuel Groot tenía altas probabilidades de representar la figura del intelectual en su familia. Empezó su vida pública a los 16 años cuando su padre y su tío fueron encarcelados por Pablo Morillo en 1816. Tuvo que ayudar económicamente a su familia con la pintura y el dibujo, impulsado por el comerciante Joseph Brown, vendiendo su producción de paisajes a los extranjeros que llegaban a Bogotá. Entre 1817 y 1827, comisionó retratos al estilo de la “Escuela bogotana de retrato”, inaugurada por el pintor Pedro José de Figueroa, de quien fue su aprendiz justo cuando finalizaba la Expedición Botánica y quedaban los rezagos académicos de los acuarelistas participantes del proyecto científico. Sería Groot el puente académico entre las bases técnicas para el dibujo de la Expedición Botánica y el desarrollo de la pintura academicista, al tener como aprendiz a Epifanio Garay, fundador de la Academia de pintura.
Sus inicios como funcionario público serían como oficial escribiente de la Secretaria de Guerra y Marina entre 1824 y 1827, momento en el que las guerras civiles evitaron cualquier éxito de la inmigración europea y los núcleos poblaciones eran islas incomunicadas por la agreste geografía y la carencia de infraestructuras del país. Sin embargo, sus acciones y sus textos lo relacionan estrechamente con las letras, la pintura y la enseñanza. ¿Qué debió haber padecido el intelectual Groot para que fuera esquivo a ocupar cargos públicos?
El tercer acercamiento a su intelectualidad de hombre-almofrej es su inquietud por construir sus propias ideas, armarse de sus propias lecturas.
Beatriz González, historiadora del arte y artista colombiana, experta en la vida y obra de Groot, lo describe como un escritor modesto pero picante, lleno de chispa e ingenio; y como un pintor agudo en sus observaciones, embelesado en las costumbres e ironía de las cualidades de la gente. Era un autodidacta que nunca tuvo la necesidad de ir a una escuela, y su infancia y juventud fueron un experimento entre la religión y el liberalismo avivado por la cercanía con la lectura, las letras y las bibliotecas.
Beatriz González, historiadora del arte y artista colombiana, experta en la vida y obra de Groot, lo describe como un escritor modesto pero picante, lleno de chispa e ingenio; y como un pintor agudo en sus observaciones, embelesado en las costumbres e ironía de las cualidades de la gente
El pequeño Groot gozó del privilegio de la educación en casa, enfocada, según Gabriel Giraldo Jaramillo, en las lecturas de la Biblia, la vida de santos y los libros de práctica cristiana, aunque no se sabe si la compartió con sus cinco hermanos. Sus estudios elementales los recibió en 1806 en la primera biblioteca nacional del país. "Para ello iba diariamente, donde, en los ratos en que no daba lección, tomaba de ella algún libro y se entretenía.” Su instructor fue el director de la Real Biblioteca Pública de Santafé de Bogotá, Manuel del Socorro Rodríguez, periodista, ensayista, poeta y profesor (cubano), de 70 años, figura esencial para la formación del pensamiento ilustrado de la Nueva Granada, y fundador de los primeros periódicos como el Papel periódico de Santa Fe.
Su segundo instructor fue José María Triana, uno de los primeros pedagogos del país, quien creía en el sistema de enseñanza mutua de Lancaster: “los individuos debían ser instruidos en el aprendizaje de un conjunto de saberes básicos (lectura y escritura en un principio) (...) que los llevarían a alcanzar el estatus de ciudadanos desde una noción de patriotismo, moralidad y el entendimiento de los derechos y deberes.” Groot, cuando apenas tenía 12 años, sería aprendiz de matemáticas de Triana, diez años antes de que su maestro redactara el primer Manual del sistema de enseñanza mutua aplicada á las escuelas primarias de los niños de 1826.
Ese primer germen formativo en Groot, de sus propias ideas, sus propias lecturas, lo materializó en la apertura de la Tercera Casa de Educación en 1828. En el acta de fundación de la casa publicada en la Gaceta de Colombia se lee las novedades del currículo para la época:
“Primeramente se enseñarán los principios de relijión i de moral cristiana; lectura, escritura, i dibujo; gramática castellana, latino, traducir francés, i elementos de lójica; aritmética, elementos de áljebra, geometría especulativa i práctica; jeografía universal i la particular de Colombia; pintura en aguada, miniatura, teórica de lo pintura e historia antigua en compendio.”
Su preocupación: Enseñar historia antigua y dibujo. Su mayor logro: tener como aprendiz al que sería futuro humanista, escritor, periodista y político José María Samper. En fin, su biógrafo y amigo.
Con Samper llegamos al último acercamiento a la intelectualidad del hombre-almofrej. En una carta que Groot envía a Samper el 14 de septiembre de 1865, decide contarle cómo renunció a sus ideas juveniles a sus 32 años y lo que significó esa renuncia: “El cambio en mis ideas había sido obra del convencimiento de mi razón: convencimiento que adquirí a fuerza de estudio, de reflexiones i trabajo”. A Groot la renuncia lo obligó a escudriñar en esa funda almofrej, y darse cuenta del hueco entre el pecho y la cabeza.
“El cambio en mis ideas había sido obra del convencimiento de mi razón: convencimiento que adquirí a fuerza de estudio, de reflexiones i trabajo”.
En 1820, Francisco de Urquinaona invita a Groot a pintar para la logia masónica. Allí, Groot hace contacto con las discusiones liberales y busca más que solamente escuchar:
“Mi tío me llevó para que les pintase la perspectiva de la cámara de reflexión, pero guardándose bien de decirme para qué era aquello. Yo estaba bastante joven, apenas tenía veinte años, mas no dejaba de inferir para qué era aquel aparato fúnebre en una casa particular, porque yo ya tenía algunas noticias sobre la masonería y sus pruebas. Había leído algo sobre los misterios de los iniciados del Egipto; y como la juventud es amiga de lo maravilloso, tuve deseos de entrar en la masonería; deseos que no habría tenido si ya en aquel tiempo no se hubieran apoderado de mí las ideas filosóficas por medio de la lectura de las Ruinas de Palmira de Volney y de otra obra satírica contra la Religión (...) Le manifesté a mi tío que sabía lo que significaba aquello que él creía que yo no comprendía y le manifesté que deseaba ser masón.”
Sin embargo, entre 1830 y 1832, la disolución de la República de Colombia lo obligó a cerrar su casa de educación, esa fue su primera pérdida.
Huérfano de vocación, enfrentó la muerte de su tío Francisco el 4 de junio de 1831. Y es que Urquinaona representó para Groot una figura primordial en su juventud e inicios de la adultez. Primero, su tío había reemplazado la figura paterna, pues su padre Primo Groot falleció en 1819. Segundo, fue con quien pudo intercambiar el interés en la poesía; con él viajó a Jamaica y conoció los negocios familiares, perfeccionó su técnica artística y estrechó su relación con la masonería. Su orfandad de tío abrió un periodo de duelo y melancolía que duraría casi una década. En el cuaderno de poesía que tendría Groot entre 1844 y 1846, aparece un poema dedicado a su tío, la siguiente estrofa conserva el tedio que debió experimentar:
Silencio que sigue doloroso llanto...
Hincanse al torno del sepulcro helado
Y alla retumba el lejano estruendo
De sordo trueno
No obstante, en el periódico El catolicismo de1853, en un artículo titulado “Una Manifestación”, Groot se encargó de reivindicar la memoria de su tío y limpiarla de la masonería. Así podía defender su propia renuncia de ideas, devolverle el honor a su familia, y concederle una buena reputación al nombre católico familiar: “Nombraré al Sr. Francisco Urquinaona, mi tío, quien en su última enfermedad se confesó con el Dr. Francisco Margallo i le entregó sus diplomas, insignias, libros, etc. de la masonería.”
Despojado de las ideas masónicas, intentó consolar su orfandad con lecturas. En su carta a Samper relata cómo remediaba sus momentos de aflicción: “La lucha no fue de muchos días. Resuelto ya a ser buen cristiano me dediqué al estudio del Evangelio y a la lectura de los maestros de espíritu. ¡Cómo me satisfacía esto! Mi alma se saciaba en aquellas puras fuentes del Evangelio, y las lecciones espirituales la confortaban.”
“La lucha no fue de muchos días. Resuelto ya a ser buen cristiano me dediqué al estudio del Evangelio y a la lectura de los maestros de espíritu. ¡Cómo me satisfacía esto! Mi alma se saciaba en aquellas puras fuentes del Evangelio, y las lecciones espirituales la confortaban.”
Podemos imaginar cómo también su vida familiar le proporcionó un poco de calma. Su esposa, Petronila Cabrera, cuidaba de sus cinco hijos: Ma. Francisca, Rosa, Dolores, Tomás y Juanita, y de vez en cuando, les enseñaba a sus hijas Rosa y Dolores las bases de la pintura y la miniatura.
Sin embargo, unos meses después de la partida de su tío, Groot queda devastado con la muerte de su hija primogénita: Juanita. Su orfandad queda humillada ante la pérdida de su hija, y despliega toda su tristeza en tres poemas que se encuentran en su cuaderno de poesía. En uno de ellos, Groot, lleno de lamento, compone plegarias para su hija:
Décimas compuestas á la memoria de mi querida hija Juanita.
Míranos hija querida
En este valle de penas
Arrastrando las cadenas
De la miserable vida
En ella nunca te olvida
Tu padre que sin consuelo
Con tu madre mira al cielo
Esperando por fin verte
Cuando la infalible muerte
Los arranque de este suelo.
Y su lamento lo lleva a una segunda búsqueda en esa funda almofrej de su intelectualidad, para confesar que la masonería no le da respuestas al vacío y la pérdida, y para refugiarse definitivamente en la doctrina y la religión como ungüento para su alma. En su cuaderno de poemas se puede leer cómo Dios empieza a interpelar esos estados de desconsuelo:
“Hubiera querido no tomar la pluma p[ar]a hablar de este asunto, pero un movimiento irresistible me ha obligado á hacerlo. Quisiera hablar siempre de mi hija, por que me parece que la tengo conmigo. A veces parece es una ilucion lo que ha pasado por mi. Me parece que ella ecsiste por que la siento ecsistir en mí; de manera que pudiera decir, que aun ecsiste en el mundo por q[u]e ecsisto yo. No tengo otro consuelo que ofrecerle a Dios este sacrificio.”
En Groot, el sacrificio vino con la perdida de sus seres queridos, y con la conversión al catolicismo. Con todo el ímpetu de su conversión, en medio de una de las etapas más convulsionadas de la historia de Colombia, y después de estar casado con las ideas santanderistas y haber renunciado a ellas, Groot empezó su faceta “fogosa y beligerante” como periodista apologista y polemista a partir de 1837.
Animó su escritura pública asegurando que muchos de los hombres públicos aceptaron equivocadamente ideas de filósofos europeos, como que “la irreligión era indicio de ilustración y talento”. Para Groot, esta era la principal causa de la “decadencia y el retroceso de la opinión de los pueblos en los años de 1814 a 1816”. Así, durante cuarenta años fue defensor de la causa católica; investigó, pensó y escribió numerosas obras impresas a modo de libro, publicó más de 220 artículos en alrededor de 30 periódicos, y respondió múltiples ataques de liberales, masones, opositores y protestantes en formato de polémicas político-religiosas. Su vasta instrucción histórica y eclesiástica le permitió hacer réplicas prontas y contundentes, hasta que en 1878, días después de contestar su última Réplica al ministro presbiteriano H. B. Pratt, su ímpetu no dio más.

El “hijo querido de la Iglesia católica", declarado así por el papa Pío IX, en 1867, vivió la mayor parte de su vida en un país en el que el conocimiento y las academias conocieron una existencia precaria, lo que dispersó la legitimidad intelectual entre la Iglesia, algunos particulares y el Estado. Groot fue un hombre almofrej que vio las cuestiones ideológicas o racionales desde su curiosidad, su propia lectura del mundo y su necesidad espiritual de obtener alivio en el duelo, su vida se desarrolló en encontrar la fuente de legitimidad intelectual más genuina posible.

Como lo señala Beatriz González, “la aparente antinomia entre el amable escritor de costumbres y el polemista apasionado y en veces violento, entre el pintor en un apacible ambiente intelectual y el periodista fogoso y beligerante muestra bien la confusión y la complejidad de ese espíritu en que confluyeron tan múltiples y encontrados gérmenes formativos.” Groot pudo haber sido un intelectual tradicional del siglo XIX, de esos que confesaron su apego a las ideas, la gramática y el saber. Pero Groot dejó que su figura de hombre-almofrej sobrepasara su producción escrita y su racionalidad, para rendir fidelidad a una convicción del espíritu: “¡Oh fe, cuánto es tu imperio!, ¡qué feliz el que te posee!, ¡qué desgraciado el que no te conoce!”
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